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12 de octubre de 2009 | Ángel Alcalá Pedrajas - Córdoba

Vuelta al cole

Ha sido la noticia durante los pasados días de septiembre, aunque se repita año tras año: miles y miles de españolitos ingresan por vez primera en la escuela infantil o regresan a la primaria, a la secundaria, al bachillerato, a la formación profesional, a la universidad. Y en torno a esta noticia, casi con la celeridad de las rapaces que desde el aire olisquean un sabroso banquete, reaccionan variopintos sectores sociales. Los comercios, por ejemplo, con sus ventas de equipamiento escolar. Los medios de comunicación publicando ofertas y descuentos. Los libreros con sus quejas de competencia desleal. Los padres angustiados por no haber obtenido el pretendido colegio para sus hijos o por el dineral que han de gastar. Las madres en espera de un “respiro” tras el ajetreado verano con sus críos. La oposición política denunciando innumerables deficiencias educativas y el Gobierno que las niega o exculpa como rémora no superada del franquismo. Los sindicatos de profesores ya en pie de huelga. Las Organizaciones de consumidores calculando el alto coste de “la vuelta al cole” por cada niño o niña. Y este año además, Sanidad, con el miedo de que la gripe A se meta en las aulas al mismo tiempo que los alumnos …..
Y cuando todos esos estudiantes están ya colocados en sus respectivos centros escolares, ¿qué? ¿Se pregunta alguien por qué y para qué están ahí? Una vez que se encuentran acogidos y amparados por el sistema educativo español para todo un curso, ¿sabe mucha gente qué hacen y cómo lo hacen? Porque respecto a los colegios, en la realidad puede pasar como en las películas: que interesa casi todo lo que ocurre en ellos menos la tarea de formación y educación dentro de las aulas. ¿No han observado que, cuando en pantalla aparecen profesores y alumnos trabajando en clase, enseguida suena la sirena para terminar?
Para que funcione una comunidad humana avanzada, se necesitan dos fuertes cimientos: la medicina que cuida de los cuerpos y la educación que atiende a la mente. Ambos imprescindibles, porque sin ellos son los individuos, integrantes de la comunidad, los que no funcionan. Pues (ciñéndonos al campo educativo), para educar existen los colegios y para educarse ingresan los muchachos en ellos. Aludiendo a la “mayeútica” de Sócrates, la tarea educativa intenta alumbrar lo mejor que hay en el interior del alma, desarrollar o perfeccionar las facultades que cada chico o chica posee por naturaleza. En la clase, a través de un larguísimo y arduo proceso, cada uno de nuestros hijos según su nivel educativo, ha de ir luchando por conseguir una preparación física, profesional, intelectual y moral que les permita sentir la felicidad de ser persona, individual y socialmente.
¿Está siendo el sistema de enseñanza y educación español rentable en este sentido? ¿Está logrando estos objetivos al menos en un grado suficiente? Seguramente sí para el Gobierno central que lo engendró, lo sustenta y lo mantiene; seguramente sí para los 17 gobiernos autonómicos que pueden ignorarlo, corregirlo y acomodarlo según sus particulares conveniencias. Sin embargo, quizás no puedan decir lo mismo los ciudadanos en general, los profesionales de la enseñanza o las instituciones europeas especializadas. Así, el más reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico revela que sólo la mitad de los españoles entre 24 y 65 años ha finalizado los estudios obligatorios. Eso quiere decir que de 37 países, sólo Turquía, Méjico y Portugal nos superan en fracaso escolar. Con un dato muy elocuente: el calendario escolar español dispone de más horas lectivas……
Pero vayamos más allá de los resultados académicos. Fijémonos en el concepto de “educación” definido anteriormente. Educación como formación integral de la persona. En este sentido, para muchísima gente, la educación que manifiestan nuestros jóvenes con demasiada frecuencia, aunque con honrosas excepciones, deja mucho que desear. Pongamos como muestra el nacional, inevitable, masivo, desmadrado y dañino botellón de cada largo fin de semana. Y como remate de botellón desmadrado, el recientísimo de Pozuelo de Alarcón: alcohol, droga, (sexo) y el placentero sabor de la violencia. Tras tan incalificable comportamiento de dichos jóvenes, han saltado las alarmas de inmediato y por doquier, Y lo que es muy significativo: voces muy autorizadas a la par que cantidad de ciudadanos de a pie, han llegado a preguntarse por “¿qué educación estamos dando a nuestra juventud?”.
Nadie ignora que la nación española tiene graves problemas: económicos, políticos, institucionales, laborales, sociales, culturales. Pues, se quiera o no, a ellos hay que añadir el de educación. Quizás no aparezca como el más importante; pero es la raíz de todos ellos. En todo lo que nos pasa a los españoles hoy, subyacen las notables deficiencias del que debe ser segundo cimiento de nuestra Estado: la educación.
Tenemos un sistema educativo que ha cambiado tres veces en los diez últimos años. Un sistema educativo impuesto por un Gobierno que derogó sin contemplaciones el del Gobierno inmediatamente anterior. Un sistema educativo, que se escinde y adopta las caras que gustan a 17 regiones de España. Encima, y según un sentir cada vez más generalizado, en nuestros estudiantes falta disciplina, respeto, trabajo, responsabilidad, atención, interés; autoridad y satisfacción en nuestro profesorado. ¿Qué educación se puede esperar de aquí? Y esto no se arregla con “Educación para la ciudadanía ni con aulas tic y bilingües ni con mayor flexibilidad para pasar de curso con asignaturas suspensas ni pagando un salario a algunos alumnos para que no dejen el colegio por un trabajo ni con un portátil por estudiante ni con una pizarra electrónica por clase ni colocando en la escuela propaganda política en lugar de crucifijos ni siquiera aumentando el gasto público en educación ni poniendo galones en las solapas del profesor ni llamándole de Usted ni recolocándolo en la tarima”. No, el mal que sufre nuestro sistema educativo es muy grave y muy profundas sus causas.
Ahora bien, si el problema educativo es la raíz de los problemas de España, también puede ser su solución. Solución remota; pero segura y eficaz. Esto tienen que entenderlo el Gobierno, también los políticos de cualquier partido o signo ideológico. Todos a una, con los asesores más preclaros, tendrían que ponerse ya con absoluta prioridad, a buscar y diseñar el mejor sistema educativo para nuestros jóvenes. Un sistema ideal en su estructura y práctico en su aplicación. Un sistema educativo que, como diría Habermas, sea la conclusión definitiva en una asamblea ideal de comunicación, es decir, en un diálogo equilibrado donde todos los interlocutores puedan hablar de todo, sin imposición de nadie sobre nadie, sin falsas manipulaciones o interpretaciones, sin oscuros intereses de personas, tendencias o partidos…… Un sistema duradero, que únicamente busque la auténtica formación de nuestras jóvenes generaciones.
No es imposible. Con un consenso parecido se pudo pasar de la dictadura a la democracia, con un consenso parecido se fraguó nuestra Constitución. Sólo se necesita “voluntad de poder” como diría Nietzsche. Por eso, si nuestros políticos no se sientan ya de una vez por todas a resolver el problema educativo de España, mucha gente pensará con razón que es porque no quieren, porque prefieren que siga la cosa como está. ¿Por qué? La respuesta no resultaría demasiado difícil…..

 

Comentarios

Curioson
19-10-2009 08:53:13
Por favor Sr. Cartero veo en todos tus comentarios que estas versado en muchas cosas y que sabes bas...
 
cartero
13-10-2009 18:08:31
uf!!!!huele a opinion facha desde las primeras lineas.Y eso que ha intentado disimularlo!!!!
 
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